Dominicanos asesinados por haitianos en la
Republica Dominicana. Mientras que las autoridades dominicanas y la comunidad
internacional guardan silencio.
|
Los veinte machetazos que descargó sobre su
cuerpo obligaron a la amputación de ambos brazos y severos daños en el resto de
sus articulaciones, aparte del trauma psicológico que tal bestialidad entraña.
El haitiano quería tenerla de novia a la
fuerza y ella lo rechazaba, de la misma manera que lo hizo su hermana, a la que
el agresor también pretendía.
El barrio Nueva Esperanza de Los Quilombos, en
Pedro Brand, donde ocurrió el suceso, y donde hay una nutrida presencia de
inmigrantes haitianos ilegales, ha quedado conmovido, como todo el país, por
tan brutal ataque.
Este episodio es uno de más, entre centenares,
en los que haitianos ilegales han hecho galas de conductas salvajes frente a
sus víctimas, sean o no dominicanos, utilizando machetes y cuchillos y
escapando del brazo de la justicia porque carecen de documentación auténtica
que los identifi que.
Por eso huyen y evaden exitosamente la
persecución de la autoridad.
Porque no dejan rastros.
Por la frecuencia con que ocurren, y la
impunidad que los acompaña, estos sucesos comienzan a proyectar la realidad de
una colonia de inmigrantes extremadamente peligrosa y violenta.
Una colonia que ya ha protagonizado
resistencia armada contra la autoridad (como fue el caso del barrio 27 de
Febrero hace tres años), y entre cuyos miembros fi guran muchos que han sido
vinculados a todo tipo de delitos.
Evaden las leyes de Migración, violan niñas y
ancianas, degu¨ellan compatriotas o dominicanos, roban y asaltan, participan
del contrabando de armas, drogas y otros productos y también de migrantes,
actuando siempre con desfachatada prepotencia.
Componen una generación distinta a la que les
antecedió, que la formaban mayormente trabajadores agrícolas o de la
construcción con bajo o escaso comportamiento delictivo, en bajo perfi l y
sometidos a un régimen de residencia temporal que ya no existe.
Amparados ahora en la fl ojedad de las leyes,
las que irrespetan en muchos sentidos, o en el apoyo que concitan entre grupos
extranjeros y locales que nunca protestan por sus desafueros salvajes ni sus
crímenes, estos inmigrantes haitianos se sienten envalentonados para entrar,
vivir y actuar a sus anchas, como si este fuera su propio país.
Ahí están las consecuencias. Ese es el alto
costo que debemos pagar por la indiferencia y negligencia en el manejo del tema
migratorio y las dobleces en la defensa de nuestra soberanía y dignidad.
http://listindiario.com/editorial/2017/05/25/467379/un-acto-de-salvajismo